
EL COLACHO
1973

Era el primero de enero de 1973. Año difícil. Mes complejo, el previo a aquel “Febrero Amargo” donde se comienza a gestar el Golpe de Estado. Un joven de nombre Guido Gutiérrez estaba siendo torturado en un cuartel de Treinta y Tres. Torturado todavía en democracia. Por Tupamaro.
En otro lugar pero muy cerca, en el Bar London, casi pegado al cuartel, unos días antes, un joven de Treinta y Tres se divertía con amigos. Era un moreno que estaba de visita en sus pagos para pasar las fiestas en familia y para festejar su cumpleaños. El muchacho era de esos que tenía la “suerte” de cumplir el 24 de diciembre. De los que marchaban con los regalos, porque el regalo era de cumple y de navidad todo junto. Ese 24 de diciembre de 1972 cumplía 21 años.
El muchacho y un grupo de amigos estaban de cantarola, rueda de música. El joven, que vivía en Montevideo porque era futbolista, tocaba la guitarra y cantaba muy bien, incluso mejor de lo que jugaba al fútbol. Había jugado al baby en sus pagos pero de golero. En 1971 jugó en la selección de 33 y salió campeón. Vino en 1972 a Montevideo junto con dos amigos que jugaban mejor que él: Julio “Colorín” Correa y José Euclídes dos Días. Los tres se probaron en varios equipos, el guitarrista como lateral. Al final quedó en un equipo de la capital que usaba su camiseta a rayas verticales negras y azules. También quedó “Colorín” Correa. Dos Días, que era el mejor, no gustó. Vivían en una pensión en Agraciada y Tapes que el equipo de la capital usaba algunas veces para alojar a muchachos venidos del interior. Esos muchachos que cuando llegaban las fiestas, se iban para sus pagos, a pasar con la familia.
La cantarola comenzó a crecer, el volumen a subir, y los vecinos a molestarse. Un policía fue hasta el bar a exigir que dejaran de cantar, porque no quería más ruido. Los jóvenes entendieron que lo que se les pedía no era justo y siguieron cantando. El policía se fue. Al rato llegó un camión militar con varios soldados y arrestaron al grupo de amigos. Y con ellos aplicaron algo que lamentablemente se comenzaba a hacer común: capucha, preguntas, que vínculo tenían con el “Grupo Sedicioso”…..Los muchachos quedaron arrestados. Y recibieron el nuevo año en el cuartel.
Llegado el primero de enero, Guido Gutiérrez, el que sí era tupamaro, seguía en la tortura. En un momento, el torturado y el torturador escuchan algo que hace que la tortura pare. Es una canción, que sale de algún lugar cercano. El torturador se detuvo para escuchar la canción y el torturado pudo disfrutar de tres minutos sin dolor, recuperando las fuerzas para resistir la maratón diaria de torturas que no paraban ni el primero de enero.
Uno de los militares del cuartel había reconocido al moreno jugador de fútbol y cantante entre esos muchachos de la celda. Lo había reconocido y provocado, diciendo que cuando terminara su carrera en el fútbol, él “volvería a ser un negro cualquiera". El joven que todos los fines de semana se ponía la negriazul, dicen que respondió que las piernas podrían parar, pero le quedaría la voz. Cuentan que le pasaron una guitarra y que se puso a cantar. Y de la guitarra salieron los acordes de “Alfonsina y el Mar”, de Ariel Ramírez y Félix Luna, éxito de Mercedes Sosa. Su voz grave resonó por el patio silencioso del cuartel, siendo escuchada dentro de la sala donde Guido Gutierrez era torturado. Los tres minutos que duró la canción fueron tres minutos de inmensa paz para el joven. Que debe haber deseado que esa canción no terminara nunca.
El moreno que jugaba en Liverpool y que tocaba la guitarra, a fuerza de voluntad, algo de fútbol, y de algunas particulares circunstancias de su carrera, se hizo un nombre en el Uruguay futbolero. No quedó para nada en la historia de Liverpool, su pasaje fue fugaz y poco importante. Era rápido y por derecha apoyaba, pero tenía que disputar la posición con Agapito Rivero, que era el titular. Quedó un año pero no jugó mucho. Cuando Denís Milar llega de Rampla, por la negociación pasaron varios negriazules al equipo picapiedra. Entre ellos el moreno de Treinta y Tres, el que había estado en cana, ….Sergio Ramírez….el “Colacho”.
De Rampla volvió a Liverpool y se fue a Colón. Su pasaje más recordado en nuestro fútbol fue en Huracán Buceo. Y también se recuerda su pasaje por la selección. Fue con la Mutual a jugar un amistoso contra Gremio. En el Estadio estaba el DT de la selección, José María ¨Chema¨ Rodríguez. Le gusta ese lateral moreno y lo cita al combinado en 1975.
Con la celeste tampoco se destacó mucho, pero todos los recuerdan por el partido que el 28 de abril de 1976 jugamos contra Brasil en Maracaná por la Copa del Atlántico. De titular “Colacho”. Aquel Brasil tenía la nueva camada de cracks, con el debut de Zico en el “Scratch” y de la vieja guardia el talento de Roberto Rivelinho. En un momento “Colacho” Ramírez lo “levanta en la pata” a Zico, dejándolo bastante dolorido. Hebert Revertía con sus tapones de aluminio le hace un corte a Rivelinho en la rodilla. El 10 brasilero no se dio cuenta quien había sido y golpea a Ramírez que no entendía nada. Se fueron todos contra el brasilero que explicaba que le habían golpeado y los uruguayos le recriminaban su acción, hasta que Fernando Morena le grita “¡¡Colacho, cuando termine el partido!!”…..
A los 90 “Colacho” siente el silbato del juez dando por terminado el encuentro y es como el pitado inicial para que en loca carrera persiga a Rivelinho, que despavorido huye corriendo y termina poco más que tirándose por el túnel para no ser atrapado. Esas imágenes, que aún hoy se pueden ver, quedaron en la memoria colectiva. Lo increíble es que esa acción terminó dándole al uruguayo un pase al Flamengo, porque quería tener al jugador que hizo correr al crack del Fluminense, su rival clásico.
¿Cómo terminó ese día el ex lateral negriazul?... otra vez llevado por un patrullero, como aquella noche en 33, cuando gracias a una canción suya, un muchacho tuvo 3 minutos de paz, en medio de la tortura.